
Soy bióloga y me dedico a la comunicación de la ciencia. Personalmente desde niña me he preocupado por el medio ambiente, pero no es por esto que elegí mi carrera, ni el cuidado ambiental se encuentra entre mis temas principales o favoritos de divulgación. Realmente es para mí un enigma cómo aproximarse a una comunicación efectiva sobre este tema.
Estoy segura de que quien esté leyendo este texto ya sabe, al menos a grandes rasgos, del problema ambiental que vive México y el mundo, cómo evitarlo, los riesgos que existen; tienen en sus mentes imágenes de ositos polares ahogándose y de niños panzones sin agua potable. También creo que todos los que están leyendo están conscientes de que una bolsa de plástico del súper y el plastiquito de los sixpacks pueden tener consecuencias devastadoras en otras especies, y sin embargo los usamos durante ¿media hora tal vez?, y después los desechamos sin pensarlo. Todos lo hacemos, algunos más seguido que otros, pero todos lo hacemos.
Yo creo que eso demuestra que no es necesaria más información, porque esa la tenemos enfrente desde hace mucho. Hay que hacer una reflexión profunda sobre por qué hacemos lo que hacemos, y si nos importa que a alguien más le vaya a afectar. Es poco probable que a quienes estén leyendo esto les afecten, por ejemplo, las consecuencias del cambio climático, o al menos de manera muy grave. Esto es porque los problemas medioambientales son principalmente sociales, y en este mundo donde reina la desigualdad, a quien le va peor siempre es a los más desfavorecidos.
Personalmente pienso que lo mejor que todos podemos hacer es ser conscientes de lo que comemos. La industria de producir animales para alimentación es de los principales problemas ambientales, sociales y de salud que existen actualmente. Además, comemos varias veces al día; cada vez que lo hacemos tenemos el poder de elección sobre nuestro impacto en nuestros cuerpos, en la sociedad, en el planeta entero. Sabiendo esto, es cosa de cada quien decidir sus prioridades diarias.
La cuestión finalmente se reduce a qué tanto nos importan otros seres humanos, los conozcamos o no. Si nos importa la vida de otras especies, sean peluditas y tiernas o sean una planta con espinas o un hongo anodino. Si nos importa la calidad de vida del chino que ensambló nuestra computadora, o del trabajador que gana el salario mínimo matando cerdos. Si nos importa el pepenador que bucea entre pañales para reciclar nuestra basura. Hay que analizar compasivamente nuestras decisiones diarias, con claridad sobre los privilegios que vivimos y a costa de quienes.