
Ser latinoamericano, entre otras cosas, significa vivir en una de las regiones más desiguales del mundo; cerca del 30% de la población latinoamericana vive por debajo de la línea de pobreza.
Los desafíos de un país como México, y para el bloque geográfico en su conjunto, para abatir la desigualdad y la pobreza son diversos pero en las últimas décadas ha surgido un actor clave para potenciar el desarrollo: la y el emprendedor.
La micro, pequeña y mediana empresa alcanzan en promedio el 99% de las unidades empresariales en la región y aportan el 67% del empleo formal (CEPAL, 2013). En México existen 5, 134, 441 unidades económicas catalogadas en el rubro de MYPYME la cuales aportan el 52% del PIB y hasta el 72% de los empleos formales en nuestro país (INEGI, 2010).
Sin embargo, pese a la importancia de los emprendedores en nuestras economías un patrón general en cuanto a sus capacidades de crecimiento son los bajos niveles de productividad comparados con los mismos niveles de un emprendedor/a de algún país europeo; mientras que las y los emprendedores latinoamericanos mantiene porcentajes entre 16% y 36% de productividad de una empresa grande, un emprendedor europeo alcanza cifras entre 63% y 75% (CEPAL, 2013). De ahí la importancia de crear las condiciones que incrementen, profesionalicen y consoliden a las y los emprendedores si es que queremos reducir la pobreza e inequidades en nuestros países.
El rol del emprendedor no es exclusivo de la iniciativa y el riesgo personal; el éxito de una mujer u hombre emprendedor se construye con una política pública bien instrumentada, un sector privado abierto a la innovación que coadyuve al crecimiento de la MYPYME, y no menos importante, un consumidor informado que haga uso de los bienes y servicios que otorgan las unidades económicas de pequeña escala. Gobernar, invertir y consumir para emprender es una fórmula para generar más empleo y construir una sociedad más justa e igualitaria.
En los últimos 20 años el impulso a las MYPYME ha sufrido de deficiencias inequívocas; hoy sabemos de la importancia de vincular el sistema educativo para la formación de más emprendedores/as, de la urgencia de una política fiscal con tratamiento en el tema, del difícil acceso a los créditos y al financiamiento público y privado, de la inseguridad económica y publica que inhibe al posible emprendedor/a, etcétera. Sin embargo, también tenemos más dependencias y programas de gobierno enfocados en el desarrollo de unidades económicas de pequeña escala, más financiamientos que provienen del sector privado y lo más importante, día tras día sobresalen mujeres y hombres emprendedores en todos los ámbitos de la economía y de la cultura.
Una apuesta para crecer, y disminuir las desigualdades que nos caracterizan, es emprender proyectos económicos y culturales innovadores, participar en la construcción de mejores organismos públicos y privados que impulsen la cultura del emprendimiento y contribuir con nuestro consumo al emprendedor local: esos hombres y mujeres provenientes del ámbito rural o de la ciudad que ponen sus conocimientos para el crecimiento de la sociedad en su conjunto.
EnRedArte AC es una organización de la sociedad civil mexicana que trabaja con grupos artesanales en condiciones de vulnerabilidad en la construcción de proyectos económicos y culturales sustentables. Conoce más de EnRedArte en www.enredarte.org.mx o búscanos en www.facebook.com/enredarteac
Por Josué Rangel