
Cada vez que comemos, debemos agradecer a una mujer campesina por ello.
Por Ahtziri González – Oxfam México
Para llegar a nuestra mesa, todos los alimentos pasan por sus manos: ya sea preparando la tierra, alimentando a los animales, cosechando, vendiendo los alimentos en los mercados, o transformándolos, entre otras actividades; ellas juegan un rol indispensable para que todos y todas tengamos una buena alimentación y nutrición.
Si bien, el 10 de mayo es una fecha conmemorativa que celebra la maternidad y el papel de las mujeres dentro de la familia; también es una oportunidad para reconocer a estas mujeres que alimentan al mundo y que a menudo son invisibles en la sociedad.
En primera instancia, se reconoce a las mujeres rurales solamente como productoras de alimentos para el autoconsumo, ya sea en la parcela o en el traspatio, aportando a la seguridad alimentaria de sus familias. Sin embargo, sus contribuciones a la economía rural son mucho más significativas. De acuerdo con cifras de las Naciones Unidas, el 43% de la fuerza agrícola en países en desarrollo está conformada por mujeres[i], porcentaje en alza debido al fenómeno migratorio. En México existen 13.1 millones de mujeres rurales, cifra que ya supera al número de hombres en el campo[ii].
A pesar de esto, las campesinas enfrentan múltiples barreras y desigualdades que socavan su productividad, como la falta de acceso a financiamiento, crédito, tecnología y asistencia técnica, así como la poca representatividad en espacios de toma de decisiones. Esto se debe a discriminación de género de tipo cultural y social, pero también a que las principales políticas y programas públicos no están diseñados tomando en cuenta sus realidades y cuentan con reglas de operación que les imponen requisitos ajenos a sus condiciones, impidiendo que puedan ser beneficiadas. Los pocos apoyos al campo que están dirigidos a las mujeres son de tipo complementario y no responden a su capacidad productiva.
Sin embargo, ellas no son las únicas afectadas ante esta situación: todos, como sociedad, estamos mermando nuestro desarrollo al no reconocer su papel productivo y mantenerlas en un lugar secundario en el sistema alimentario. Se estima que entre 100 y 150 millones de personas dejarían de padecer hambre en el mundo si se cerrara la brecha de oportunidades entre mujeres y hombres agricultores[iii], y los efectos podrían ser mucho más positivos en términos nutricionales.
Una forma en la que podemos contribuir es teniéndolas en mente al realizar nuestras compras, informándonos sobre lo que consumimos y apoyando lo que producen. Sin embargo, también podemos ir un paso más allá y exigir a nuestro gobierno local, estatal y federal que las incluya en el diseño de las políticas que las afectan. Su derecho a la participación ciudadana nos concierne a todos si queremos lograr una sociedad más justa y una mejor alimentación para todas y todos.
Oxfam es una organización global para el desarrollo que moviliza el poder de las personas contra la pobreza.
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